sábado, 10 de febrero de 2018

EL BAILE

Como toda obra de danza, esta presentación tuvo también un paso fugaz, pero en este caso fue por el flamante Teatro San Martín y como resultado de una co-producción entre Francia (Le Quai Centro de Arte Dramático Nacional Angers) y Argentina (Complejo Teatral de Buenos Aires).
La directora e ideóloga de la propuesta en sí es Mathilde Monnier, una figura destacada de la danza contemporánea francesa que dirige desde 2014 el Centro Nacional de la Danza en Pantin, cerca de París, y que tiene en su haber la realización de trabajos junto a artistas de otras disciplinas.
En esta oportunidad, Monnier se inspiró en la obra teatral homónima de Jean-Claude Penchenat, sobre la que se basó Ettore Scola para crear la célebre película también titulada El baile. En el film, se ve el paso del tiempo y sus convulsiones políticas y sociales a través de los cambios que se producen en el salón, en el vestuario, en las acciones y relaciones entre los intérpretes. Así se desarrolla un recorrido por la historia de Francia a través del movimiento, la gestualidad y la danza, sin una sola palabra que atraviese la escena.
En la coproducción danzada que se presentó en Buenos Aires, se apuesta a la expresividad de los cuerpos para construir una ecléctica y variada pieza coreográfica que intenta relatar -o al menos, aludir a - fragmentos de la historia reciente argentina, entre la dictadura y el presente, desde la danza y la música.
Llevar adelante tal peripecia puede traernos el interrogante de por qué fue convocada una mirada externa para narrar lo propio. ¿Tal vez para que existiera la distancia posible para ser abordada? ¿Quizás porque aún estamos muy dentro de esa historia como para que sea elaborada y puesta en escena? ¿O es el temor de tocar con mirada crítica –o autocrítica- lo propio, en un momento de tanta convulsión?
La realidad es que en escena pudieron verse un grupo de intérpretes argentinos que pusieron el cuerpo para intentar contar de una manera no lineal, pero sí bien apoyada en la música propia, esa historia que tanto nos conmueve.
El comienzo de la obra fue como un desfile de individualidades donde cada uno se iba “presentando” en su manera de caminar y de mirar al espacio y al público. Como una entrada a un gran salón de baile en el que cada uno se ubica en su silla antes de dar inicio al baile en sí.
Los recorridos musicales que acompañan esta construcción de la historia navegan por distintos estilos. Cumbia, hip hop, reggeaton, cuarteto, chamamé, murga, zamba, chacarera, tango, rock nacional y hasta himnos escolares. Casi todo lo que puede componer el pastiche musical de un argentino.  
Hay escenas creadas como si fueran cuadros de Molina Campos. Con guitarra y payada, además de los sonidos de animales de campo de fondo, arman un pasaje por el folclore nativo más “del interior”.
Tampoco olvida tocar esas canciones que rememoran la escolaridad militarizada argentina donde los himnos patrios suenan como bandas militares. Allí juega con el mundo infantil de una primaria blanca como Sarmiento soñó.
Así pasa, en otro cuadro, por  una evocación del universo “cumbiero” y dibuja ese intento de seducción parodiada donde, mirando al público, los intérpretes se quitan la ropa, como si se miraran en un espejo y ensayaran movimientos para algún baile.
El rock nacional de los ’80 grita presente con varios temas reconocidos por el argentino local que ponen efervescencia en la sala. Luego un fondo de helicópteros y bombardeos donde un malambo dictatorial mezcla las represiones militares con el futbol y el neoliberalismo de los ’90, resuenan tristemente y la platea se agazapa junto a los bailarines.
Los cuerpos tienen sus momentos gloriosos. Explotan en la murga, el carnaval, la fiesta popular. O se devanean sensualmente con un tango montado a lo “Pina Bausch” que deliciosamente recorre el salón uniendo a todos en un dos por cuatro infinito.
No cabe duda de la capacidad de los intérpretes.
Asoma en esta propuesta un atisbo de lo que podríamos llamar “lo popular”, en el sentido de lo excluido, en tensión con una idea de lo masivo. Aparece desde la selección musical y también se reafirma desde el modo, el gesto corporal. Allí se observa una especie de gestus brechtiano congelado. Una gestualidad acentuada, que construye un personaje pero lo petrifica como una caricatura.
Los intérpretes despliegan sólo parte de su potencial dejando ver en sus actitudes corporales una especie de burla de sí mismos. Como si estuvieran presentes pero a la vez tomaran distancia de lo que hacen sin constituirse este hecho en distancia crítica, solo despegándose de ellos mismos, como cuando uno no quiere hacerse cargo. Hay algo ausente en ellos que termina construyendo una obra performática llena de clichés.
Más allá de cuáles hayan sido las intenciones iniciales respecto a la propuesta, lo cierto es que se escuchan chirriar los engranajes.
Si bien la obra se digiere sin densidad, surge la pregunta acerca de cómo proponer una mirada crítica desde una puesta escénica de “lo argentino” dirigido por una coreógrafa francesa, que si bien fue asesorada, no deja de pintar una “argentinidad” externa, una mirada sobre la historia propia desde el lugar del otro. Una propuesta que puede entretener mucho en Europa.

Qué: El baile
Quién: Concepción: Mathilde Monnier y Alan Pauls.- Dirección: Mathilde Monnier. Interpretación: Martín Gil, Lucas Lagomarsino, Samanta Leder, Pablo Lugones, Ari Lutzker, Carmen Pereiro Numer, Valeria Polorena, Lucía García Pulles, Celia Argüello Rena, Delfina Thiel, Florencia Vecino y Daniel Wendler. – Dramaturgia: Véronique Timsit.- Escenografía y vestuario: Annie Tolleter.- Diseño de iluminación: Eric Wurtz.- Diseño sonoro: Olivier Renouf.- Asesor musical: Sergio Pujol.- Entrenamiento vocal: Bárbara Togander, Daniel Wendler.- Asistencia coreográfica: Marie Bardet.- Asistencia de ensayo en gira: Corinne García.- Colaboración artística: Anne Fontanesi.- Difusión internacional: Julie Le Gall.- Producción y colaboración artística: Nicolás Roux.- Coordinación de producción: Natalia Uccello.- Producción técnica: Emilia Martínez Domina.- Asistencia de dirección: Tamara Correa, Leo Méndez.-

Dónde: Teatro San Martín.-  Corrientes 1531

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